Lo vivo es lo mutable, lo inestable.
Carlos Castilla del Pino
Que el azar y la suerte sean dos factores que puedan tener más incidencia en nuestra vida o nuestra muerte de lo deseable y que sigan asociados a los últimos avances científicos o a la tecnología punta, cuando las maquinas robotizadas pueden actuar con una precisión prácticamente exacta dejando cada vez mas a un lado el fallo humano, sorprende. Sobre todo, si quien lo afirma es una eminencia en neurocirugía: el sereno y riguroso doctor Marsh (Oxford, 1950).
En la actualidad, acaba de jubilarse sin abandonar del todo el hospital publico St George’s donde ha ejercido como residente y jefe de unidad durante 30 años. Personaje mediático también por vocación, ha protagonizado dos documentales en la BBC: Your Life in Their Hands y The English Surgeon, este ultimo galardonado con el Emmy al mejor programa de divulgación científica de 2010. Entre toda esta peculiaridad, el doctor Marsh puede llegar a ser una persona bastante honesta reconociendo el limite de sus capacidades o el alcance de la ciencia medica y lo suficientemente valiente para declarar los millones de libras que le ha costado al erario publico tan solo uno de sus errores. Nunca infunde falsas esperanzas, algo que puede entrar en conflicto con pacientes que sobrestimen los avances de la medicina o al propio Marsh. Y la suerte que decide en el ultimo momento… o mucho después, el éxito o el fracaso de una intervención sea cual sea su pronostico: «La investigación psicológica ha demostrado que la ruta más fiable a la felicidad personal es hacer felices a los demás. He hecho felices a muchos pacientes con operaciones exitosas, pero ha habido muchos terribles fracasos y la vida de los neurocirujanos están marcadas por períodos de profunda desesperación».
Operaciones exitosas que convirtieron a Marsh en el primer neurocirujano en su país en aplicar anestesia local durante una intervención que requería mantener al paciente ocupado en responder a sus indicaciones. Esto supone que en la zona intervenida no se están dañando las funciones del cerebro correspondientes a la movilidad. Una anestesia local un tanto sui géneris (y aquí viene la sorprendente afirmación) ya que el cerebro tendría que estar conectado con otro «cerebro paralelo» para sentir dolor.
Puede llegar a pensarse que estas memorias hospitalarias son lo menos indicado para aprensivos. No lo creo en absoluto. El doctor Marsh (como nunca se llama en su relato) describe y aborda un aneurisma, un glioblastoma, una leucotomía, un pineocitoma, un adenoma pituitario y así hasta 25 dolencias tan desconocidas para el profano como sus propios nombres. Aun así, aunque no nos hayan interesado especialmente los detalles o la rutina galena, la fascinación se palpa a través de su relato, contagiándonos por saber qué es lo que sucederá en el transcurso de cada intervención, compartiendo el desafío de un lugar tan peculiar como lo es el cerebro humano, los deseos fundados o infundados y un instante de su soledad. Además, como si fuera poco, regala frases como esta: «La idea de que mi aspirador avance a través del pensamiento en sí, de la emoción y la razón, de que los recuerdos, los sueños, las emociones y las reflexiones puedan formar parte de esa gelatina del cerebro, resulta demasiado extraña para comprenderlo. Mis ojos sólo ven materia». Y los míos vuelven una y otra vez a la imagen del doctor Marsh, buscando el reflejo de su personalidad, en un intento vano de comunicarle mi admiración por dedicar casi todos los minutos de su vida en dar ese paso firme que nos procura, al resto de los mortales y cada vez más, una vida mejor.

ISBN: 978-84-9838-720-9
ISBN e-book: 978-84-15631-20-0
Número de páginas: 352
Editorial Salamandra
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